lunes, 17 de junio de 2013

Silentium

Aquella tarde de abril, sabiendo que su tiempo había terminado, Ignacio esperaba con resignación su turno, para pasar por el portal que lo llevaría de regreso a su mundo. En esos últimos días, en los que estuvo transitando entre tanta algarabía, aprovechó para colarse en las bibliotecas, intentando acumular tantas palabras como pudiera para completar su libro, ese que llevaría escondido a su mundo silencioso, donde inexplicablemente, se ahogaba el sonido de las palabras. Amor, fué la última que logró atrapar, y la guardó celosamente en una página secreta, donde él y sólo él pudiera encontrarla; se la había regalado aquella ventiañera de sweater púrpura, rizos dorados y ojos café con la que cruzó su mirada, en la vieja biblioteca frente a la plaza...







Santa Eduvigis, Caracas

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