jueves, 25 de julio de 2013

Agua bendita... (continuación)

Una infusión de tilo y valeriana con corteza de amansaguapos fué lo indicado por Doña Mercedes (la siempre diligente vecina de al lado) para calmar a la encolerizada Astrid. No hubo infusión ni rama que la calmara, sólo sucedió el milagro cuando Ernesto cruzó la puerta. Una mirada mágica, de esas que te cuentan un amor de mil años en un segundo, de esas que solía regalarle Ernesto, fué suficiente para domar a aquella fierecilla, eso y el anillo, claro está... ¿El agua bendita? eso quedó para las flores... 


 El Hatillo

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